viernes, mayo 26, 2006

Temporada de huracanes


Recientemente el National Hurricane Center de los Estados Unidos, considerado como una de las entidades tecnológicamente más avanzadas en lo que respecta a la detección y estudio de huracanes, emitió un reporte en el que considera que la temporada de huracanes de este año será la más activa que se ha registrado. Cabe señalar que los registros datan al siglo 19 y nada evita que hayan existido temporadas más violentas en siglos pasados. Sin embargo vale la pena analizar el impacto que tiene este reporte sobre el tema del cambio climático.

Los huracanes se alimentan de aire caliente y húmedo, para ellos esta mezcla resulta un combustible adictivo que devoran como un adicto ingiere cocaína. Si se dan las condiciones climatológicas adecuadas los huracanes salen a la luz, azotando los océanos Atlántico y Pacifico. Esto ha sido así desde hace ya varios milenios, y los huracanes se han vuelto parte del ciclo hidrológico y climatológico del planeta desde entonces. Antes de entrar en materia es interesante comprender como se forman estos meteoros.

Primero, se necesitan aguas calidas, de al menos 26°C y de al menos 50m de profundidad. Se necesita además que la atmósfera adyacente a lo que será el huracán sea relativamente templada y permita una transferencia de calor rápida entre las corrientes convectivas cargadas de liquido ascendente y el aire alrededor de estas ya que así se fomenta la precipitación. Al precipitarse el líquido se libera el calor que alimenta al huracán. Si se juntan estas dos condiciones y además algunos factores geográficos como una distancia mínima de 500km del ecuador es muy probable que se forme una tormenta tropical que, de adquirir fuerza se convertirá en huracán. Sin embargo esto no es suficiente, se requieren también perturbaciones en la atmósfera baja que generen vorticidades (un vortice es el nombre dado a la estructura en el centro de un remolino) esto puede suceder si dos ó mas masas de aire chocan entre si. Con esta última condición es muy probable, aunque no inevitable, que se forme una tormenta tropical ó un huracán.

A todos impresiona la fuerza que desatan estos fenómenos y no es para menos, sin embargo de cierta forma los pobladores de las zonas amenazadas por hurcanes han aprendido a vivir con el ellos, al igual que como sucede con muchos de los fenómenos geodinámicos del planeta. Sin embargo la temporada pasada de huracanes fue una de intensa actividad, al grado que la nomenclatura utilizada para nombrar las tormentas se agotó y se tuvo que recurrir al alfabeto griego. Para este año se predice una temporada de huracanes tanto ó más activa que la pasada. Surgen algunas preguntas inmediatas ¿Porqué? Y por supuesto ¿Esta esto relacionado con el cambio climático?

El incremento en el número e intensidad de tormentas se debe principalmente a que las condiciones de las que se habló anteriormente se dan ahora con más facilidad y durante un periodo más prolongado de tiempo. Es decir, la temperatura superficial del océano es mayor durante un periodo de tiempo más largo fomentando así la creación de huracanes. Esto esta directamente relacionado con el innegable hecho que la temperatura media del planeta ha aumentado durante el último siglo. Ahora bien, seria tan sencillo que se pecaría de reduccionismo afirmar que este patrón climático es consecuencia únicamente de la actividad humana. Aunque es irrefutable que 1) Las temperaturas del planeta han aumentado y 2) Los llamados gases invernadero (CO2, metano, etc.) tienen capacidades aislantes que tienden a retener el calor dentro del planeta; la dinámica planetaria es mucho muy compleja como para atribuir estos cambios a la actividad humana sin realizar una investigación más profunda.

El volumen de aire total en la atmósfera es una cantidad tan grande que resulta inconmensurable. En la termodinámica por ejemplo, se considera a la atmósfera como un sumidero de calor. Es un lugar a donde puede uno verter cualquier calor excedente de una actividad dada, sea esta de manufactura ó simplemente de un automóvil, sin miedo a aumentar su temperatura, porque el volumen de la misma es tan grande en comparación al volumen de aire alrededor de un auto ó una planta termo-eléctrica que cualquier cantidad de calor que uno le pueda agregar, por ponerlo llanamente, no le hará ni cosquillas, solo una fuente de calor inmensa, como el Sol, puede afectar sus propiedades termodinámicas. Además la dinámica planetaria es increíblemente compleja, los miles de organismos que conforman la biosfera, el delicado balance de la hidrosfera, la composición y cambio de extensión de la litosfera y el comportamiento de la atmósfera afectan las condiciones físicas y químicas del planeta. Este grado de afección es tal, que al planeta se le considera un sistema caótico, no porque el planeta corra desbocado por el espacio como un potro en estampida, no es el caos griego si no, porque a nivel local existe una infinidad de variables que afectan al planeta y que no pueden ser cuantificadas todas al mismo tiempo; tanto la evaporación de agua del riachuelo más insignificante ó la contribución de metano de una vaca de las pampas argentinas así como la cantidad de luz reflejada por los enormes casquetes polares o las emisiones de una erupción volcánica, todo junto y al mismo tiempo determina el devenir del planeta.

Entonces, siguiendo el argumento anterior, se podría continuar arguyendo en contra de un cambio climático antropocéntrico. La Tierra tiene (estiman los geólogos) 4550 millones de años, y a lo largo de este periodo de tiempo el planeta ha cambiado drásticamente, continentes enteros han aparecido de las entrañas del planeta solo para sucumbir milenios más tarde en el fuego del manto. La atmósfera no ha sido inmutable, su composición química ha cambiado también. Se cree que en los albores del tiempo el aire estaba conformado por una nociva mezcla de metano y amoniaco que a lo largo de los eones y gracias al complejo sistema que es el planeta mutó a la presente composición química rica en oxigeno y nitrógeno. Además el clima ha cambiado, se sabe que han ocurrido glaciaciones y que este fenómeno glacial es cíclico, es decir ocurre en periodos de unos 20,000 años. De todo esto se extrae que el planeta es mucho más viejo que la raza humana y que como los ents de Tolkien percibe el tiempo de forma mucho más extensa que el humano. Entonces es posible defender la posición que estipula que el reciente (solo 100 años) incremento en temperatura no se puede atribuir solo a la actividad humana, pues los patrones climáticos del planeta son de tan gran escala (temporal) y tan complejos que no existe una forma empírica de determinar si el ser humano ha sido la causa de este patrón emergente.

Al respecto de esta postura se debe reconocer que no carece de sustento científico. Los paleo-climatólogos que estudian el clima de la Tierra de antaño han mostrado a través del estudio de los anillos de los árboles y de muestras de aire extraídas de las profundidades de los casquetes polares, que las condiciones atmosféricas del planeta han variado extensamente a lo largo del tiempo. Además, el intervalo de tiempo necesario para que una emisión humana percole en la atmósfera es considerable, es por esto que apenas se comienzan a ver avances en el asunto del hoyo de la capa de ozono, pues los CFC’s emitidos en la década de los 60 apenas llegan a la troposfera. Por consiguiente se podría decir que el incremento en la furia de las tormentas tropicales es solo un efecto pasajero, una pequeña turbulencia en la vida del tercer planeta del Sol.

A pesar de todo esto creo que la postura de un cambio promovido por causas humanas tiene mucha mayor fuerza que las ideas hasta ahora mencionadas y además desarma con facilidad los argumentos hasta ahora expuestos.

Es muy sencillo, aunque desde tiempos inmemorables han existido fluctuaciones de temperatura en la atmósfera terrestre, todo los estudios muestran que nunca se habían dado cambios tan bruscos en un periodo de tiempo tan corto, ni durante una glaciación. Además, la naturaleza dinámica y caótica del planeta facilita que las emisiones humanas de gases invernadero tengan un efecto mucho más grande que el inicialmente previsto. Es decir, así como una pequeña nube puede afectar la precipitación de una región mucho más vasta, las emisiones humanas pueden tener un efecto mayor que resulta tangible en la temperatura planetaria. Es cada vez más visible que las anomalías climatologicas, como las temporadas de huracanes que cada vez son más cruentas, están directamente relacionadas a la total falta de atención de la especie para con el planeta. Aunque no son las emisiones por si mismas las que desatan los cambios que se observan día con día, la evidencia apunta a que la actividad humana es el detonador de un proceso complejo que ultimadamente desemboca en el cambio climático hasta ahora observado.

Entonces, al escuchar a alguien que clama que el cambio climático no existe no se le puede tachar de loco, sin embargo la ciencia (se discutirá la epistemología de esta aseveración después) cae por su propio peso y el peso empírico a favor del cambio climático es cada vez mayor.

Es aquí donde entra en juego, como siempre, la política y el estira ya floja de los intereses de los estados. Aunque Estados Unidos ha encontrado en los argumentos antes expuestos un escudo científico que mitigue las críticas foráneas a su desatención con medidas como el protocolo de Kyoto la evidencia se sigue apilando por la tonelada en contra de sus argumentos. Peor aún, economías pujantes y emergentes como la de la India y China están quemando cada vez más y más hidrocarburos para satisfacer a una nación sedienta de energía sin prestar atención alguna a las consecuencias de sus emisiones.

Donde hace unos años con al adherencia de EE.UU. al protocolo hubiera bastado para dar un pasó en la dirección adecuada ahora resulta intrascendente, pues China y la India pronto tendrán un consumo neto de energéticos contaminantes mayor al de los Estados Unidos.

Además, si las economías industrializadas llevan siglos explotando al planeta, ¿Porqué, ahora que el balance ecológico esta en su punto más frágil, deben las economías emergentes mostrar mesura? Se podría argüir que los países primer mundistas llevan años aprovechando los recursos del planeta sin preocuparse por el medio ambiente y que ahora naciones como China y la India merecen la oportunidad de hacer lo propio. Sí, de podría esgrimir ese argumento y solo se seria posible rebatirlo con argumentos morales mas no con ideas que tengan un verdadero peso práctico.

Se llega así a una encrucijada. La ciencia muestra un panorama, en el mejor de los casos gris, los huracanes son solo la punta del iceberg y esto no podría ocurrir en peor momento, cuando las voces del planeta son más y su volumen mayor, claman por la oportunidad de crecer y en su vertiginoso crecimiento no tiene tiempo de mirar atrás, solo existe el futuro, un futuro que solo les es promisorio si esta acompañado de la ilusión de bienestar que crea el crecimiento económico. Pero ni las economías emergentes ni los poderes vigentes pretenden reconocer la verdad, sencillamente porque no pueden. En el esquema tradicional, la ecología y el medio ambiente son entes en un plano de existencia aparte del ser humano. Son externalidades y han resistido a ser domadas por los modelos económicos tradicionales simplemente porque que el planeta y el humano son un solo sistema y no se puede internalizar una externalidad que es parte del sistema mismo, un riquísimo y complicadísimo sistema en donde la producción de arroz en el valle del Ganges tiene un efecto directo sobre la creación de huracanes en el Atlántico Norte.

Espero, por el bien de la especie que todavía halla tiempo de revertir el paradigma y caer en cuenta que esta balsa azul que flota por el polvo cósmico es el único hogar que tiene la raza humana y que a todos vendría bien comenzar a cuidarla un poco.